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recorrido por todas las ciudades del mundo, menos Cueto

jueves, 8 de marzo de 2012

EL SEÑOR DE LOS ANILLOS

El principio es tan evidente como un axioma: la capacidad corruptora del poder alcanza incluso a los dioses. Y eso lo saben muy bien los magos y elfos, que se niegan a aceptar el anillo del poder que les ofrece Frodo, el hobbit. Un anillo que hay que destruir cueste lo que cueste, ya que, de no hacerlo, de conservarlo o de permitir que lo recupere Sauron, el Señor de la Oscuridad, los habitantes de la Tierra Media corren el peligro de dejar de ser libres. Porque el poder es el mal. Ese riesgo apocalíptico de perder la libertad, de verse obligados a abandonar el modo de vida que tanto les gusta, impulsa a Frodo y a sus camaradas a emprender, si bien de mala gana, la gran aventura que relata Tolkien: una guerra abierta, en la que la emoción de la lucha, el interés por lo incierto del desenlace impiden escapar a la magia de la novela.
Epopeya imaginaria, pero espectacular, “El señor de los anillos” es todo un universo, con mitología y lenguaje propios, donde lo siniestro y lo heroico alternan, mientras se combaten encarnizadamente el Bien y el Mal, en un eterno conflicto que, para Savater, adopta en esta trilogía la forma de: “el capricho Liberio más logrado de los últimos cincuenta años”.

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