viajar,

recorrido por todas las ciudades del mundo, menos Cueto

jueves, 8 de marzo de 2012

LOS PILARES DE LA TIERRA

Corre el año 1123, el pueblo de Kingsbridge asiste al ahorcamiento público de un inocente que entona una quejumbrosa melodía en francés, la lengua de la nobleza Normanda, dirigida a una joven embarazada. La chica, tras el ajusticiamiento, maldice a los siniestros responsables y huye al bosque…

Inglaterra se halla sumida en una cruenta lucha sucesoria en la que se suceden injusticias como ésa. En Kingsbridge se inicia la construcción de una catedral gótica, el sueño de Tom Builder, un sencillo maestro de obras que quiere erigir el monumento en celebración de la gloria del Señor. Pero los intereses que se oponen a tan ingenua empresa, representados por un monje ambicioso y un obispo corrupto empeñados en destruir el proyecto y arruinar la reputación de sus impulsores, darán lugar a un conflicto entre el clero y la monarquía…

Si el relato se inicia con el ahorcamiento de un inocente, concluye con la humillación de un rey. Entre ambos extremos se despliega el fascinante mundo de caballeros, damas, pugnas feudales, proscritos, hambrunas, castillos y ciudades amuralladas del convulso siglo XII inglés. Un escenario de fanatismos, intrigas y pasiones desenfrenadas que Ken Follett ha reflejado con el dramatismo de sus mejores obras de intriga y el rigor documental de las más celebradas novelas históricas.

EL SEÑOR DE LOS ANILLOS

El principio es tan evidente como un axioma: la capacidad corruptora del poder alcanza incluso a los dioses. Y eso lo saben muy bien los magos y elfos, que se niegan a aceptar el anillo del poder que les ofrece Frodo, el hobbit. Un anillo que hay que destruir cueste lo que cueste, ya que, de no hacerlo, de conservarlo o de permitir que lo recupere Sauron, el Señor de la Oscuridad, los habitantes de la Tierra Media corren el peligro de dejar de ser libres. Porque el poder es el mal. Ese riesgo apocalíptico de perder la libertad, de verse obligados a abandonar el modo de vida que tanto les gusta, impulsa a Frodo y a sus camaradas a emprender, si bien de mala gana, la gran aventura que relata Tolkien: una guerra abierta, en la que la emoción de la lucha, el interés por lo incierto del desenlace impiden escapar a la magia de la novela.
Epopeya imaginaria, pero espectacular, “El señor de los anillos” es todo un universo, con mitología y lenguaje propios, donde lo siniestro y lo heroico alternan, mientras se combaten encarnizadamente el Bien y el Mal, en un eterno conflicto que, para Savater, adopta en esta trilogía la forma de: “el capricho Liberio más logrado de los últimos cincuenta años”.